El Theatro moral de la vida humana en cien emblemas es una obra coral. Tres autores intervienen en ella: el ilustrador Otto Vaenius, un poeta desconocido -Diego de Barreda- y el humanista español Antonio Brum, a quien se considera normalmente sólo como traductor de la edición francesa. Todo empezó cuando el pintor flamenco Otto Van Veen (latinizado Vaenius) escogió unos fragmentos de Horacio y los ilustró con grabados que dio a imprimir en 1607 en el taller de su hermano, acompañados de unas pequeñas glosas. El libro apareció en latín bajo el título Quinti Horati Flacci Emblemata... y tuvo tanto éxito que dio lugar a numerosas reimpresiones y ediciones a lo largo de los siglos XVII y XVIII. En cada una de ellas el original sufría alguna alteración en el texto o en el orden de los emblemas, respetándose, eso sí, los bellísimos grabados del pintor y las citas horacianas cuidadosamente escogidas por él.
Otto Vaenius es sobradamente conocido como pintor e ilustrador que gozó de un gran prestigio ya en su época. Baste recordar que a su taller de Amberes asistió como discípulo Pedro Pablo Rubens, que tanta relación tendría más tarde con la Corte de Felipe IV. De Diego de Barreda apenas se conoce nada, tan sólo que sus versos o epigrama ya fueron introducidos en una edición de 1612, junto a otros en italiano. De Antonio Brum sabemos lo que él mismo comenta en su biografía o “confession”, escrita a la edad de sesenta y cinco años como proemio al Theatro: su formación humanista, su ocupación como traductor de autores clásicos, y los diversos cargos que ocupó relacionados con la diplomacia.
El Theatro moral... sigue la larga estela de la publicación de los Emblematum liber de Alciato (1531), una obra de tan gran fortuna que en toda Europa le seguiría una oleada de publicaciones de su mismo género. Esta corriente literaria tan propia del barroco, pero cuyos antecedentes habría que remontar mucho más atrás, recorrió toda la Europa absolutista, interesada en escenificar preceptos políticos o morales usando de todos los recursos a su alcance, especialmente aquellos que entraban por los ojos. Su objetivo era una acción directiva sobre el ánimo valiéndose de medios sensibles, es decir, hablando por medio de las imágenes. Este gusto por los emblemas y sus formas derivadas de expresión (empresas, divisas, jeroglíficos...) fue propio de cierto tipo de escritor culto e interesado en la reforma por vías educativas de la sociedad. Los emblemas movían más eficazmente que cualquier otro procedimiento. Si el fin que se perseguía era impresionar la voluntad de un público lector cada vez más numeroso, la atracción de los sentidos era un factor decisivo para enseñar deleitando, de ahí la utilización de lo sensible en toda la pedagogía del siglo XVII, desde los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola al teatro de Lope de Vega, o a la literatura de emblemas de la que hablamos.
El emblema canónico era una composición tripartita formada por una figura, el mote o lema generalmente en latín, y un texto explicativo. La imagen era de gran importancia, como hemos dicho, para que el precepto moral quedara grabado en la memoria; el mote era considerado el alma del emblema, y consistía en una sentencia en latín que ayudaba a completar el sentido de la imagen, extraída normalmente de autores clásicos o de la Biblia. El texto explicativo, en verso o en prosa, ponía en relación el sentido transmitido por la imagen de la “pictura” y expresado por el mote. Pero si bien esta era la preceptiva a la hora de componer emblemas, no siempre se cumplía. De manera que, aunque se distinguía entre lo que hacía de cada cosa un emblema, una empresa, un jeroglífico o una divisa, lo normal era que lo que apareciera impreso fuera un género híbrido.
Los bellísimos emblemas dibujados por Otto Vaenius que salieron de la imprenta de Amberes en 1607 iban acompañados solamente de un mote en latín y una cita de Horacio. El lector debía, por tanto, poner gran parte de su ingenio en desentrañar el sentido de las figuras, deshaciendo el enigma. La edición en la que participó Antonio Brum con las explicaciones incorporadas hizo que el lector ocupara cada vez más una posición de mero espectador. Suponemos que por esa misma razón este conjunto de emblemas perderían gran parte de la efectividad que en su origen se pretendió, si bien seguirían formando parte de ese código visual que era patrimonio de la elite intelectual del XVII.
Entre los elementos simbólicos utilizados generalmente en la emblemática destacaron especialmente los pertenecientes a la mitología. Junto a estos, elementos del mundo natural, narraciones y leyendas históricas, figuras de artilugios humanos o el universo con sus diferentes componentes (sol, luna, estrellas, eclipses...) fueron invocados allí con un sentido moral. El Theatro moral... de Vaenius da buena cuenta de estas narraciones mitológicas, entre las que tienen especial protagonismo figuras de héroes y dioses del olimpo griego o romano como Hércules, Mercurio, Minerva o Apolo. Estas figuras profanas podían comportar valores similares a la ética cristiana, extrayéndose de ellas consecuencias de orden moral y alegórico
La obra es un ejemplo paradigmático de moralidad barroca, con claros componentes renacentistas, donde se dan cita todos los tópicos de la época: la brevedad de la vida, la velocidad del tiempo, la inconstancia de la fortuna, el valor de la nobleza, el papel de las Armas y las Letras, el gusto por la alegoría, el “mundo loco”, el “mundo al revés”, el mundo como teatro, la idea de que nada es como parece..., la fama, la gloria o el honor. Y también, aunque con menor frecuencia, la presencia del príncipe cristiano se hace explícita en algunos de los emblemas.
Lo anterior es un extracto de la reseña La vida buena: Estoicismo y emblemas barrocos de Belén Rosa de Gea para la Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispano. Que pueden descargar completa en: (Versión PDF)
Les expongo a continuación como muestra de lo que pueden encontrar en la obra, 15 de sus 100 grabados.
Para ver el titulo pasen el cursor sobre la lámina, para ampliar (recomendado pues las he subido a muy alta resolución y no se aprecian bien en este tamaño), pulsen.
He corregido el contraste de algunas imágenes y enmarcado en blanco.
La obra la tienen en varias ediciones, para las imágenes anteriores he utilizado la primera que les referencio a continuación, todas ellas tienen los mismos grabados aunque no necesariamente en el mismo orden.
Quinti Horatii Flacci emblemata : imaginibus in aes incisis, notisq[ue], illustrata edición de 1612 con texto explicativo en latín, español, Italiano, francés y alemán, en Internet Archives.
Theatro moral de la vida humana, en cien emblemas; con el Enchiridion de Epicteto ; y La tabla de Cebes, philosofo platonico (1733) en español lo tienen en Internet Archives ENLACE
También en la Biblioteca Saavedra Fajardo en una edición de 1669. (Versión Fichas) (Versión PDF)
Otra edición en francés de 1646: “La doctrine des moeurs, tiree de la philosophie des stoiques, representee en cent tableaux et expliquee en cent discours pour l'instruction de la ieunesse “ la tienen en Internet Archives en este ENLACE
Saludos.
Otto Vaenius es sobradamente conocido como pintor e ilustrador que gozó de un gran prestigio ya en su época. Baste recordar que a su taller de Amberes asistió como discípulo Pedro Pablo Rubens, que tanta relación tendría más tarde con la Corte de Felipe IV. De Diego de Barreda apenas se conoce nada, tan sólo que sus versos o epigrama ya fueron introducidos en una edición de 1612, junto a otros en italiano. De Antonio Brum sabemos lo que él mismo comenta en su biografía o “confession”, escrita a la edad de sesenta y cinco años como proemio al Theatro: su formación humanista, su ocupación como traductor de autores clásicos, y los diversos cargos que ocupó relacionados con la diplomacia.
El Theatro moral... sigue la larga estela de la publicación de los Emblematum liber de Alciato (1531), una obra de tan gran fortuna que en toda Europa le seguiría una oleada de publicaciones de su mismo género. Esta corriente literaria tan propia del barroco, pero cuyos antecedentes habría que remontar mucho más atrás, recorrió toda la Europa absolutista, interesada en escenificar preceptos políticos o morales usando de todos los recursos a su alcance, especialmente aquellos que entraban por los ojos. Su objetivo era una acción directiva sobre el ánimo valiéndose de medios sensibles, es decir, hablando por medio de las imágenes. Este gusto por los emblemas y sus formas derivadas de expresión (empresas, divisas, jeroglíficos...) fue propio de cierto tipo de escritor culto e interesado en la reforma por vías educativas de la sociedad. Los emblemas movían más eficazmente que cualquier otro procedimiento. Si el fin que se perseguía era impresionar la voluntad de un público lector cada vez más numeroso, la atracción de los sentidos era un factor decisivo para enseñar deleitando, de ahí la utilización de lo sensible en toda la pedagogía del siglo XVII, desde los Ejercicios espirituales de Ignacio de Loyola al teatro de Lope de Vega, o a la literatura de emblemas de la que hablamos.
El emblema canónico era una composición tripartita formada por una figura, el mote o lema generalmente en latín, y un texto explicativo. La imagen era de gran importancia, como hemos dicho, para que el precepto moral quedara grabado en la memoria; el mote era considerado el alma del emblema, y consistía en una sentencia en latín que ayudaba a completar el sentido de la imagen, extraída normalmente de autores clásicos o de la Biblia. El texto explicativo, en verso o en prosa, ponía en relación el sentido transmitido por la imagen de la “pictura” y expresado por el mote. Pero si bien esta era la preceptiva a la hora de componer emblemas, no siempre se cumplía. De manera que, aunque se distinguía entre lo que hacía de cada cosa un emblema, una empresa, un jeroglífico o una divisa, lo normal era que lo que apareciera impreso fuera un género híbrido.
Los bellísimos emblemas dibujados por Otto Vaenius que salieron de la imprenta de Amberes en 1607 iban acompañados solamente de un mote en latín y una cita de Horacio. El lector debía, por tanto, poner gran parte de su ingenio en desentrañar el sentido de las figuras, deshaciendo el enigma. La edición en la que participó Antonio Brum con las explicaciones incorporadas hizo que el lector ocupara cada vez más una posición de mero espectador. Suponemos que por esa misma razón este conjunto de emblemas perderían gran parte de la efectividad que en su origen se pretendió, si bien seguirían formando parte de ese código visual que era patrimonio de la elite intelectual del XVII.
Entre los elementos simbólicos utilizados generalmente en la emblemática destacaron especialmente los pertenecientes a la mitología. Junto a estos, elementos del mundo natural, narraciones y leyendas históricas, figuras de artilugios humanos o el universo con sus diferentes componentes (sol, luna, estrellas, eclipses...) fueron invocados allí con un sentido moral. El Theatro moral... de Vaenius da buena cuenta de estas narraciones mitológicas, entre las que tienen especial protagonismo figuras de héroes y dioses del olimpo griego o romano como Hércules, Mercurio, Minerva o Apolo. Estas figuras profanas podían comportar valores similares a la ética cristiana, extrayéndose de ellas consecuencias de orden moral y alegórico
La obra es un ejemplo paradigmático de moralidad barroca, con claros componentes renacentistas, donde se dan cita todos los tópicos de la época: la brevedad de la vida, la velocidad del tiempo, la inconstancia de la fortuna, el valor de la nobleza, el papel de las Armas y las Letras, el gusto por la alegoría, el “mundo loco”, el “mundo al revés”, el mundo como teatro, la idea de que nada es como parece..., la fama, la gloria o el honor. Y también, aunque con menor frecuencia, la presencia del príncipe cristiano se hace explícita en algunos de los emblemas.
Lo anterior es un extracto de la reseña La vida buena: Estoicismo y emblemas barrocos de Belén Rosa de Gea para la Biblioteca Saavedra Fajardo de Pensamiento Político Hispano. Que pueden descargar completa en: (Versión PDF)
Les expongo a continuación como muestra de lo que pueden encontrar en la obra, 15 de sus 100 grabados.
Para ver el titulo pasen el cursor sobre la lámina, para ampliar (recomendado pues las he subido a muy alta resolución y no se aprecian bien en este tamaño), pulsen.
He corregido el contraste de algunas imágenes y enmarcado en blanco.
La obra la tienen en varias ediciones, para las imágenes anteriores he utilizado la primera que les referencio a continuación, todas ellas tienen los mismos grabados aunque no necesariamente en el mismo orden.
Quinti Horatii Flacci emblemata : imaginibus in aes incisis, notisq[ue], illustrata edición de 1612 con texto explicativo en latín, español, Italiano, francés y alemán, en Internet Archives.
Theatro moral de la vida humana, en cien emblemas; con el Enchiridion de Epicteto ; y La tabla de Cebes, philosofo platonico (1733) en español lo tienen en Internet Archives ENLACE
También en la Biblioteca Saavedra Fajardo en una edición de 1669. (Versión Fichas) (Versión PDF)
Otra edición en francés de 1646: “La doctrine des moeurs, tiree de la philosophie des stoiques, representee en cent tableaux et expliquee en cent discours pour l'instruction de la ieunesse “ la tienen en Internet Archives en este ENLACE
Saludos.
Esta es una obra de gran belleza, tanto estética, como en sus enseñanzas morales. Quiero agradecerte profundamente el que la hayas compartido, pues, a mi entender, recoje lo mejor del espíritu humano.
ResponderEliminar¡Muchas gracias!
De nada Angel Gil, es un placer compartir con ustedes.
ResponderEliminarSaludos
Gracias Cesar por divulgar estos 15 grabados de los 103 de Otto Vaenius en el Theatro Moral de la vida humana, al que he dicado varias publicaciones en la revista Helmantica de Salamanca. Es una joya maestra para la vida, no en vano la ed. más completa que se hizo va dedicada a la Reina para la educación del Príncipe Balthasar Carlos.
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