En esta entrada voy a hacer algo nuevo, esta vez no hay imágenes, les transcribiré una reflexión personal que en esas noches de insomnio que a veces todos tenemos, se me ocurrió hace tiempo.
He
observado poca interactividad en los comentarios de los post últimamente,
veamos si este breve “análisis pseudo-filosofico”, lo provoca. Me interesan sus
comentarios, opiniones y observaciones.
Aquí
tienen el apunte, lean con calma:
“Nada
es del todo externo a uno mismo, en tanto que el acto de percibirlo es una
interiorización, una integración, un comprender lo otro en oposición al “si
mismo”, por otra parte difícil de definir dentro de unos limites racionales,
porque el concepto de si o de “quien soy”, no es nunca ajeno a que pienso,
deseo, quiero, rechazo ó me agrada.
No
se vive dentro de si, sino en un intercambio constante con todo “lo otro”, lo
que se considera de fuera, lo que no somos nosotros mismos.
Surge
la pregunta inevitable del ¿Qué somos?
No
existe ni puede existir nada estático en la vida, sino mas bien, un estar
siendo en contraposición al llegar a ser, el mantener una identidad frente a la
mutabilidad constante e incesante en el devenir del tiempo, ese esfuerzo por no
dejar de ser lo que “se es”, aunque instintivo en el ser humano, no deja de
suponer una lucha perdida de antemano en contraposición a la dinámica
universal, que conserva la esencia pero modifica continuamente la forma y la
sustancia de todo lo que es, como algo actualizado en un ahora, que
temporalmente solo es una convergencia puntual entre el pasado y el futuro,
pero jamás atemporal, es decir fuera o mas allá del tiempo. Por tanto en un
sentido riguroso podríamos considerar que el “yo soy”, esta dejando de ser en
el mismo instante en que toma consciencia de su existencia.
La
consciencia de ser un ente individual que sabe que es, ese concepto irreducible
del yo soy, que toma permanentemente posición temporal y espacial en el
continuo universal, convierte al yo, en un elemento diferenciado y
diferenciador, y por tanto inevitablemente enfrentado al fluir incesante de lo
que siempre esta cambiando, llegando a ser, discurriendo, y no le permite
armonizarse con la esencia del Ser en la multiplicidad, por lo que ello
supondría de perdida de si mismo. En cierta forma porque implicaría el nacer y
morir instantáneamente y en cada momento, ante un pasado que ya fue y un futuro
que será, vivir en un ahora puntual sin extensión ni duración, que no
permitiría el recuerdo ni la memoria que conforman el yo soy, tal como se
entiende usualmente.
La
muerte, la desaparición de la conciencia del saber que somos y estamos, de
nuestra diferenciación frente al cosmos, la vemos y sentimos generalmente como
una disolución en ese continuum, que sentimos (pues es en general un
sentimiento mas que un razonamiento), como sin forma y sin conciencia
individual, y por tanto nos aterra porque significaría perder nuestra
diferenciaciacion lo “que soy”,
sumiéndonos en la esencia universal, en el espíritu cósmico, la protoforma sin
identidad especifica.
El
yo externo que percibe el cosmos como algo distinto a si mismo, del que forma
parte pero no es estrictamente “el”, que se opone al flujo vital para poder ser
el mismo frente a todo lo que le manifiestan sus sentidos, sus sentimientos y
pensamientos, y en definitiva su misma razón, lucha por seguir estando en el
ahora, por mantenerse consciente en el tiempo, en la duración y la permanencia, en mantener la distancia
entre el yo y todo lo demás.
Esa
lucha constante supone inevitablemente una separación cualitativa y
cuantitativa entre la propia identidad y el conocimiento real, entre el yo y el
Ser Total, entre el conocer y el saber. Se sabe cuando se es, sin distancia en
cantidad ni calidad, para entender hay que ser lo se quiere conocer, de cualquier
otra manera solo se consigue una aproximación al conocimiento desde una
dimensión externa y distinta por naturaleza.
El
nacimiento y la muerte principio y fin de una vida que sentimos nuestra, por la
que transitamos envueltos en una carne que es materia sujeta continuamente al
cambio, al tiempo y al espacio, un continuo ir, un camino infinito, sometido a
altibajos permanentes, tanteos y pruebas en busca de un destino propio, que
tantos han recorrido y que sin embargo para cada ser humano es único.
El
intelecto y nuestra propia consciencia de ser quienes somos, prueba a dirigir
el sendero, pero el motor de nuestros actos suele estar regido por nuestra
envoltura más que por nuestra mente. Sujetos a sensaciones y sentimientos siempre
cambiantes, variables, difícilmente controlables, no es fácil que nos permitan
trazar una meta clara y duradera en el tiempo de nuestra existencia.
Tiempo
breve, para un universo que apreciamos casi como infinito, vidas que son
chispas en la infinita oscuridad cósmica. Y a pesar de ello apreciamos nuestra
propia vida por encima de cualquier otra consideración, por muy espiritual o
metafísica que en cualquier momento o periodo de nuestra existencia, nos haya
parecido trascendente.
La
razón, los más elaborados juicios y especulaciones no nos permiten más que en
todo caso acercarnos a ese saber trascendente que anhelamos, para superar
nuestra mortal condición, la verdad el verdadero conocimiento, esa comunión con
el Ser, parece estar siempre un paso más allá de nuestro alcance cognitivo.
Y
en principio parecería no poder ser de otra manera, pues cualquier conocimiento
verdadero debería ser inmutable y por tanto no sujeto a ninguna ley causal, las
cuales rigen la materia en nuestro espacio-tiempo.
Siendo
así o presuponiendo que lo fuere, solo la parte más pura y espiritual de
nuestro ser, alma o espíritu, (la definición no es importante), podría intentar
esa unión que según los místicos y la tradición, produce la Comunión.
El
pasar de la idea al acto, del saber al conocer, diríamos incluso de “estar
siendo” al “ser”, presupondría superar, desprenderse del “yo soy” (ego), sufrir
una transformación esencial a través de la cual la distancia entre el
observador y lo observado se anulasen.”
Adelante
¿Qué opinan de lo dicho?, si el comentario que piensan hacer es largo podemos
también seguirlo por mail, escríbanme a biocosmetic.cesar@gmail.com
indicando en “asunto” Reflexiones personales, así creamos un hilo que todos
puedan seguir.
Saludos.
Apreciamos nuestra vida por encima de cualquier consideración simplemente porque es lo único "nuestro" que tenemos y podemos manejar. El resto del universo es variable, y lo rige algo externo a nosotros. Nosotros también somos variables, pero somos al mismo tiempo quien nos rige. Somos una hoja en el viento, pero también la única hoja que somos.
ResponderEliminarEn parte de acuerdo contigo Abur. La cuestión esta en en si "solo somos una hoja en el viento" o ¿podemos de alguna manera manejar ese viento?. Saludos.
ResponderEliminarTodos influimos en el viento general, pero no lo manejamos. Del mismo modo, millones de gotas forman la corriente de un río, pero no lo conducen; el río está sometido a leyes que superan las de las gotas individuales. En todo caso, a veces puede parecer que lo manejamos, simplemente porque el camino del río coincide con el que deseábamos tomar. Pero creernos eso es un poco tonto, ¿no es así?
ResponderEliminarFormamos parte de un "todo", al que influimos y nos influye constantemente, la diferenciación entre el individuo y todo lo demás es una apreciación de la conciencia personal que nos permite precisamente esa referencia como de "ser único", ese todo esta manejado por leyes universales, unas conocidas por la ciencia actual y otras todavía no. Pero sobre lo que dices sobre "simplemente porque el camino del río coincide con el que deseábamos tomar", seria otro argumento para una larga exposición. solo un apunte: ¿lo que deseamos y lo que hacemos es un acto voluntario o esta matizado por influencias externas a nosotros mismos?, y en ese caso...¿deseamos lo que "debemos hacer" o esos deseos estan en gran parte regidos por emociones y sentimientos?. Saludos.
ResponderEliminarCito:
Eliminarla conciencia personal que nos permite precisamente esa referencia como de "ser único".
La conciencia o lo que comúnmente entendemos por conciencia "es una imagen con la cual nos identificamos": yo soy cristiano, colombiano, blanco, profesional, etc, etc. Un bebé de pocos días de nacido no tiene imagen, ¿y acaso podemos decir que no tiene conciencia? Esa es la forma de conciencia, la del sentimiento, la que perdemos como producto de "lo cultural" más que cualquier otro factor externo. Sin cohesión de grupo nos comportamos tal y como quieren los que gobiernan, los que "nos gobiernan"...
Pero, ¿cuánto de lo que deseamos y que hacemos impelidos por una fuerza que no precisamos es en realidad una parte infinitesimal de los llamados más profundos de nuestra alma? ¿Acaso "el alma del mundo" desea manifestarse a través de nosotros?...Bueno, si es que existe algo así como el alma. No hay que olvidar que lo que llamamos palabras son tan solo alusiones, pretensiones, abstracciones...(¿manotazos en el aire?, pero que bien sabemos allá, bien adentro)
Gracias, un abrazo.
-
Interesante comentario Victorino, la existencia o no del "alma" (o como queramos llamar a algo distinto a nuestro ser físico), es algo difícil de probar, y que lleva siglos en discusión, seria de hecho tema para todo un debate, quizas lo hagamos en un futuro, Saludos.
EliminarLo que "deseamos", lo que "hacemos", es un acto considerado "voluntario", pero nuestra voluntad es una construcción, no algo puro. Está construida por nosotros mismos, usando como ladrillos nuestras costumbres, cultura, fobias, emociones, intereses e historia personal. Y no todo eso puede considerarse realmente "nuestro", sino que buena parte es herencia (al menos, la cultura y las costumbres lo son). Por eso mismo no podemos considerar más que acto voluntario una decisión tomada en determinado momento, y no en cualquier otro. Y por eso, ante el mismo desafío, tal vez no tomemos la misma decisión hoy que hace unos años atrás.
ResponderEliminarRespecto de si "deseamos lo que debemos hacer"..., creo que ningún filósofo podrá encontrar pregunta a esa respuesta. ¿Fue antes el huevo o la gallina? ¿Es antes la idea o la voluntad?
Muchas veces nos autoconvencemos de que el camino que andamos es el que hemos elegido, sobre todo si es en algún modo exitoso. Pero si somos honestos con nosotros mismos, descubriremos (o más bien recordaremos) que resultaba uno más entre tantos, y fue su relativo éxito el que nos afirmó en él, no nuestra voluntad.
Buena reflexión Abur, tomo buena nota. Saludos.
EliminarComo sé que lees los poemas que escribo, no hace falta que te diga que comparto todo cuanto dices.
ResponderEliminarNo puedo decirte más.
La conciencia es la locura del ser humano, su autoconsciencia, pero también lo único que tenemos.
Mientras el estar siendo, y para no acabar mas locos aún, a intentar disfrutar de lo bueno que la vida nos ponga por delante, que de lo malo ya nos encargamos nosotros y nuestra propia locura (¿cómo no vamos a estar locos, por dios?...)
Un abrazo, César. Un placer encontrar esta entrada también.
Hola Sofia, si, se como piensas, no hace falta que te expliques. Muy pragmático y acertado el ultimo párrafo. Abrazos.
Eliminar